Cuando me mudé a Alemania estando casi recién casada, pensé que esto de no trabajar iba a ser temporal. Me iba a tomar un año Sabático para aprender el idioma y la cultura. De algún modo sentía que necesitaba un descanso, sentía que mi agenda siempre estaba llena y que yo siempre iba corriendo de un lado al otro. Estaba conforme con mis logros académicos y profesionales. Me sentía muy bien a mis 24 años, pero aun así sentía que un descanso no me caería mal.
Resultó ser que aprender aleman fue ligeramente más complicado de lo que pensaba y me sentía como un pez pequeño en un mar enorme tratando de conseguir aquí un trabajo que llenara mis expectativas. Sin contactos, sin hablar bien el idioma, me fue imposible hallar un trabajo en dos meses. Pero como dicen mis papas «Todo pasa para mi bien» después de no conseguir el trabajo de mis sueños, llegó la noticia de el cambio temporal a Mexico por un tiempo por el trabajo de Micha. Así que decidí posponer lo del trabajo, prepararme mas y además decidimos agrandar nuestra familia.
Ese segundo año de matrimonio estuvo lleno de viajes, nunca estuve en un lugar mas de tres meses. Fue súper excitante y estresante a la vez. Un vuelo de 12 horas resulta aún mas incomodo estando embarazada o cargando a un bebe y sus 30 kg de aditamentos y equipo especializado (carreloa, asiento para carro, pañalera, maletas, biberones, cremas…) Pero lo disfrute al máximo y valió la pena.
En este tercer año de matrimonio, puedo decir que me siento en casa. Creo que tantos viajes el año pasado me dejaron un poco cansada y estoy disfrutando de tener una casa, un marido al que atender y un hijo lleno de sorpresas y alegrias